viernes, 8 de enero de 2010

Respuesta inmediata






Al parecer hay lectores susceptibles a mis ideas sobre el arte, lo cual les agradezco porque su respuesta, al margen de su efusividad, es notablemente positiva, aun si se contrapone a mi perspectiva.

A continuación, Diego:

Estimado “El individuo”:

Lo que te envío es un material fotográfico que posiblemente sirva para marcar la cercanía entre tu postura estética y el ya existente neocostumbrismo.
Sólo quisiera aclarar un punto.
Se acepta que el eje esencial del costumbrismo, al final, es el rito. Es decir, la injerencia de significaciones profundas y trascendentes (cuando menos a mediano plazo) en los objetos y lugares que el sujeto define. Pues bien, también habrá que dejar claro que para que tal ritualidad exista, no necesariamente debe estar, físicamente, presente el individuo. Si bien el costumbrismo no le dio mucha importancia a esta licencia de la expresión, aquello tampoco es un impedimento para que se articule un discurso visual con esta variante.
Esta galería se constituye precisamente así, con retratos costumbristas que están al margen de dislocar las fronteras de su propia etiqueta. Escenas que la costumbre social produjo aunque, en el presente fotográfico, no aparezca el sujeto. Y por parte, también se constituye de algunos retratos neocostumbristas bajo esquemas más tradicionales, pero actualizado en imágenes contemporáneas.

Sin más, te dejo las fotos.

Saludos cordiales:

Diego

pd.

Aclaro que la fotografía a blanco y negro es propiedad intelectual de la fotógrafa: Ada Maruri.

jueves, 7 de enero de 2010

PRIMER MUESTRA PRESENTISTA


Usted entra a un loft inmenso donde se toca música de todo tipo. El espacio está re-pleto de sillones, sofás, camas, sillas, cojines, tapetes; así como cuadros, tapices de varias telas, lámparas —de piso y de techo—, fotografías, afiches de películas, bustos, móviles que cuelgan, máscaras y objetos de toda etnia y nacionalidad; además de re-pisas que desbordan de artículos tanto exóticos como curiosos, juguetes, figuritas de cristal, libros, revistas, accesorios fetichistas y otros objetos misceláneos, que rema-tan con grandes pantallas de plasma instaladas en todas partes, programadas para hacer zapping cada cierto tiempo. En este caos de imagen y símbolo hay algunas per-sonas dispersas haciendo, con gran determinación, absolutamente nada en específico.
Usted se acerca a un hombre sentado en uno de los sofás, con los brazos ex-tendidos y las piernas cruzadas, que mira sobre un cubo naranja que hace de mesa un florero de cerámica con flores tanto plásticas como naturales. Usted se sienta en el borde del sofá y le mira; él permanece inmutable, quieto y sin demostrar interés por su presencia. Tras un largo silencio entre ustedes, el hombre de pronto se gira hacia usted, cambia de posición y, poniendo las manos sobre las rodillas, le dice:
—Si me mojara la cabeza antes de salir de mi casa, ya no tendría que preocu-parme por si va a llover.
Usted, mi querido amigo, acaba de conocer el presentismo.