jueves, 7 de enero de 2010

PRIMER MUESTRA PRESENTISTA


Usted entra a un loft inmenso donde se toca música de todo tipo. El espacio está re-pleto de sillones, sofás, camas, sillas, cojines, tapetes; así como cuadros, tapices de varias telas, lámparas —de piso y de techo—, fotografías, afiches de películas, bustos, móviles que cuelgan, máscaras y objetos de toda etnia y nacionalidad; además de re-pisas que desbordan de artículos tanto exóticos como curiosos, juguetes, figuritas de cristal, libros, revistas, accesorios fetichistas y otros objetos misceláneos, que rema-tan con grandes pantallas de plasma instaladas en todas partes, programadas para hacer zapping cada cierto tiempo. En este caos de imagen y símbolo hay algunas per-sonas dispersas haciendo, con gran determinación, absolutamente nada en específico.
Usted se acerca a un hombre sentado en uno de los sofás, con los brazos ex-tendidos y las piernas cruzadas, que mira sobre un cubo naranja que hace de mesa un florero de cerámica con flores tanto plásticas como naturales. Usted se sienta en el borde del sofá y le mira; él permanece inmutable, quieto y sin demostrar interés por su presencia. Tras un largo silencio entre ustedes, el hombre de pronto se gira hacia usted, cambia de posición y, poniendo las manos sobre las rodillas, le dice:
—Si me mojara la cabeza antes de salir de mi casa, ya no tendría que preocu-parme por si va a llover.
Usted, mi querido amigo, acaba de conocer el presentismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario